jueves, 24 de marzo de 2011

ENSAYO SOBRE LOS DEDOS DEL PIE


Diez son los mencionados en cuestión, que se reparten en dos grupos de igual cantidad, obteniendo así un total de cinco en cada pie. El pie es un caracter imprescindible en el acto de caminar y sus derivados, ya sea correr, andar en rollers, patineta, jugar al pan/queso/pan/queso/pan ¡gané!, o escarbarse entre los dedos con sus primos hermanos: los dedos de la mano. Otra de las actividades más placenteras que pueden realizarse con los dedos del pie como eje central, es sacarse la mugre de las uñas. Esta labor puede llevarse a cabo de diferentes maneras y con diferentes elementos contundentes. Entre las formas más comunes encontramos el estar sentado frente a una computadora, realizando la extracción de tierra (o tiesha, para nuestros compatriotas santiagueños) con la/s uña/s de algunos de nuestros miembros superiores. Si el entusiasta emprendedor no tiene las facultades técnicas para hacerlo de esta manera, puede recurrir a otros componentes, tal es el caso de una tijera pequeña, un chuchillo tramontina (o tenedor, en su defecto), un escarbadientes (o moldadientes, terminología para las clases sociales elevadas) o con una cuerda de guitarra vieja, que encontramos tirada en el piso, al mejor estilo hilo dental, en caso de absoluta desesperación. Un capítulo extraído del “manual de variaciones y comportamientos facultativos de las patas” del Dr. Patinelli, nos aconseja realizar el desarraigo de polvo luego de haber jugado un partido de fútbol o haber hecho una caminata de dos horas, para que las pezuñas adquieran su "oloridad característica". No debemos olvidar, luego de llevar a cabo estos indefectibles acontecimientos, acercar los deditos de la mano involucrados en la actividad a nuestras fosas nasales, que es lo que le da un toque primordial a todo el ritual. Una vez hecho todo esto, podemos ir abriendo la canilla de la ducha, y bañarnos como dios manda.



sábado, 12 de marzo de 2011

...

Y recorro el contorno de tus manos, deseando que esas, tus manos de arroz, se entreguen al deseo de las mías. Las suelto, y deslizándome por el brazo izquierdo llego a tu sonrisa de agua de montaña. Caigo en el círculo vicioso de sacarte el flequillo de la cara y ponerlo en tu oreja que se acostumbra a mis vocablos vulgares, sabiendo que un mínimo movimiento del reloj lo va a volver a su lugar, y así seguir en la adicción de seguir enviciándome. Y cuando al fin mi deseo se vuelve el tuyo, caigo tembloroso en tus artimañas de mujer, que ocultas de día y que en la noche se vuelven agitaciones convulsas. Y entonces los gemidos y tus verbos y tus contratiempos se unen a mi higuera, y la sed de los dos es como agua con sal. 

Nuestros cuerpos son uno, nuestras mentes son dos. Te veo levantarte y en mis pies corre la brisa matinal, como un escalofrío de temor. Perdiste la tentación, y la humedad te llenó de remordimiento. Corro detrás tuyo como buscando traerte otra vez, pero el flagelo de la llovizna te mojó la felicidad.

Me tapo hasta los ojos, no quiero despertar sin respirar.